¿Qué representa la Navidad para nosotros los católicos?

Reflexión del Padre Erwin Soto

La Navidad es la conmemoración anual del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre en las entrañas purísimas de la Virgen María. Recordamos la primera venida de Jesús en la humildad de nuestra condición corporal, necesitada y mortal.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, llamada el Verbo o la Palabra eterna del Padre, toma el nombre de Jesús al hacerse hombre; y, por lo tanto, al asumir nuestra condición física, se hace visible, audible y tangible por los demás hombres.

Se ha hecho hombre porque quiere entrar en contacto con cada hombre. Si acogemos a Jesús por la fe, como Dios y hombre, quiere incorporarnos a sí mismo y darnos Su Espíritu Santo, que nos hace pasar de la condición de simples criaturas a la condición de hijos de Dios por Jesús, con Él y en Él. Unidos a Jesús, tenemos acceso al Padre celestial porque Él es el camino que conduce al Padre y nadie va al Padre sino por Él.

Después de la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesús al Cielo, no nos ha dejado huérfanos; ya que se ha quedado con su Cuerpo glorioso pero oculto, en la Sagrada Eucaristía. Cada vez que recibimos la Sagrada Comunión, Cristo viene a cada persona de manera real, verdadera y sustancial, con su Carne y su Sangre, con su Cuerpo y su Alma, con su Humanidad y su Divinidad, Cristo mismo; pero con más humildad y abajamiento que en el pesebre de Belén.

Saber que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo nos llena de optimismo porque Él quiere compartirnos la Fuerza de los hijos de Dios para ser santos, haciendo el bien a nuestro alrededor y luchando –Él con nosotros- contra nuestros defectos personales, y también contra las injusticias que pueda haber en nuestra sociedad paraguaya.

En cada nueva Navidad podemos dar gracias a Dios Padre por habernos enviado a Su Hijo para que sea nuestro Hermano mayor, nuestro Maestro, nuestro Médico, nuestro Rey y nuestro Amigo. Y también cada nueva Navidad nos puede servir para recordar nuestro nacimiento como hijos de Dios, que ocurrió el día de nuestro bautismo. Esa realidad de ser hijos de Dios por el bautismo, se hizo más fuerte el día de nuestra confirmación y debe seguir creciendo año a año.

Cada Navidad podemos y debemos crecer como hijos de Dios en Cristo, porque somos miembros suyos y Él es nuestra cabeza. Con Él formamos el Cristo total, cabeza y miembros, sabiendo que la cabeza actúa a través de sus miembros sanos y fuertes; y esta salud y fuerza que vienen de Cristo, Él nos la quiere aumentar con su nueva venida en la Misa de Nochebuena o de Navidad.

¿Cómo debemos vivir este tiempo de Navidad?

Con recogimiento, con alegría y con profundo sentido religioso, participando de la Santa Misa correspondiente al Cuarto Domingo de Adviento, el domingo 24, por la mañana, o el sábado 23, por la tarde; y además, participando de la Misa de Nochebuena el domingo por la noche o el lunes 25, día de Navidad, por la mañana o por la tarde.

Para crecer en el espíritu de recogimiento de la Navidad, hagamos algunos ratos de oración delante del pesebre de nuestros hogares y que estemos atentos para que el ajetreo de las compras de regalos, de los adornos navideños y de los preparativos de las comidas más elaboradas, no nos descentren del sentido espiritual de esta gran celebración. Que suenen los villancicos en las casas porque sus letras sirven para rezar y alabar a Jesús. Esos villancicos que cantemos también vuelan hacia el portal de Belén, porque el Niño-Dios conocía el futuro y desde el día uno en que inaugura la era cristiana con su nacimiento, él puede ver y oír a los cristianos que le cantaríamos también ahora en el siglo veintiuno y en los próximos siglos hasta el día de su Venida Gloriosa al final de los tiempos.

Ya que Jesús se nos da generosamente en la Navidad, que nosotros también compartamos esa generosidad cristiana con obras de misericordia corporal y espiritual: dar alimentos y ropas a los necesitados, acoger a los peregrinos, visitar a enfermos, personas que estén solas o presos, enseñar y dar buenos consejos al que lo necesita, corregir de buena manera, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, llevar con paciencia los defectos ajenos y rezar por vivos y difuntos.

Un último mensaje de Navidad

Jesús es el mayor regalo que Dios Padre ha dado a la humanidad: por Jesús y con Jesús somos hijos del Padre. A su vez, el mayor regalo que Jesús nos ha dado de parte suya y del Padre es el Espíritu Santo que nos va Cristificando, haciéndonos otros Cristos y unidos al mismo Cristo, para ser nosotros -con Jesucristo- corredentores de todos los hombres, contribuyendo al bien espiritual y humano de cada hombre que el Padre pone a nuestro lado. Hemos de empezar por los miembros de nuestra familia y extender luego esa acción corredentora a amigos y colegas de trabajo, a la sociedad asuncena y a toda nuestra nación paraguaya, para que sea más hermosa en sus leyes, en sus costumbres y tradiciones, en su gente.